lunes, 24 de agosto de 2009

Chale

El tiempo teje con sus agujas una bufanda para el niño que espera triste la llegada de su compañero. Se muerde inevitablemente las uñas a un ritmo constante, no sabe cuánto rato lleva ahí. La bufanda va ya bastante larga. El sol del mediodía está en su zénit, esto lo sabía con certeza, lo acababa de aprender en la escuela algunos días atrás.

El niño tiene la mirada baja y nublada, la frente llena de sudor. El viento matutino había jugado en el campo de sus cabellos dejándolo ahora despeinado y solo. La cantimplora cuelga vacía del hombro izquierdo con la tapa abierta, cual cadáver. Las botas comienzan a hervirle los pies. La tierra se le acumula en la comisura de los labios. Su lengua que ahora siente como una plasta, es como una esponja que se ha dejado a la intemperie. La ropa es más bien como cartón que le raspa la piel.

La mañana del mismo día se le figuraba a siglos de distancia, apenas si recordaba el beso de su madre en la frente, o el vaso de leche que dejó a medias. Deseó nunca haber cruzado la puerta. “Con cuidado” había alcanzado a escuchar a lo lejos cuando empezaba su viaje.

Es cuando el infante está al borde del colapso que logra divisar una figura en lo que distingue como el horizonte, no está seguro de la lejanía, sin embargo, se aproxima.

Su compañero ha regresado.

La fatiga, que le había obsequiado el sol y las horas, se desvanece en un instante. El sentimiento de abandono, que existía hace apenas algunos segundos, ocasiona en el niño una erupción de alegría al descubrirse equivocado. El alambre de púas en el que la sed lo envolvió se transformó en patines, el niño echó carrera hacia la silueta, ligero como gacela, con los brazos abiertos y la sonrisa de quien vuelve a tener esperanza.

El niño, sucumbe radiante ante las colosales garras del gato montés que le había estado observando desde lejos. Es cuando el niño se deja ir sobre él que el animal le convierte en su presa. Es el calor que le ha hecho al niño una jugarreta.

domingo, 9 de agosto de 2009

no, no me molestaba, eso decia en voz alta, asentia con la cabeza, todo estaba bien, eso ya habia pasado. y vaya que habia pasado antes con otros amantes, con otros fantasmas, otra vez sucedia que el mismo amor para ellos habia ya ocurrido, era repetido, el mismo tango con unas nalgas distintas,los mismos labios rojos, las mismas peleas, me recordaba a ti. a mi me parecia una coincidencia sarcastica el comentario mismo, que ya me habia pasado antes. yo diciendo la misma mentira, y si me molestaba? que? el mismo cuento del que ya me sabia el final. las que se fueron, las que llegue. etc. etc. etc. etc.

etc.

etc.

desgraciadaputamente yo. yo. rangel. no senti ninguna otra cosa. a mi eso no me habia pasado jamas antes y estaba segura (en demasia) que no me iba a volver a pasar. estaba celosa (en demasia) que no me iba a volver a pasar jamas. Jamas, escrbi sin acento (porque no lo encuentro) y sin muchas letras porque no las necesita, jamas que dura mucho tiempo.

te voy a contar algo romantico, dijo.

pero no es de nosotros dos.

no, no me molesta, dije en voz alta y asenti con la cabeza, todo estaba bien, eso ya habia pasado.

creo a nosotros nunca nos paso nada romantico, pense a modo de disculpa, a modo de excusa, a modo de culpa.

me puse a no pensar en esto mientras escuchaba que no era yo por la que corrio.

me mordi la lengua

Vaya que me la mordi.