lunes, 1 de junio de 2009

ugh

A esas horas, la mañana estaba en un estado catatónico de sopor inaguantable, había nevado la noche anterior y soplaba un viento del diablo, o eso podemos asumir desde la ventana por la que admiramos el amanecer urbano que no tiene ganas de despertar.

Yo tampoco.

No tardará en pasar el autobús escolar y antes de eso ya habrá hombres y mujeres con abrigos y maletines caminando muy rápido a nadie sabe dónde. Los edificios, todos, están ahí, siendo grises. Mi reino por un café. Mi reino por un desayuno continental. No, no sabes la de días que han comenzado así. Tuertos, les llamaría yo. Medio ciegos. Se escurren en un chorro continuo de probabilidades de las cuales no logro atrapar ninguna. Se escurren había dicho. El café que anhelo entonces todavía se encuentra a más o menos 2 horas de distancia, tiempo en el que calculamos tener las fuerzas para enfrentarnos. Será ya tarde, pero es en días como estos que eso en realidad importa poco. Al fin y al cabo nos quedan pocos.

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