
jueves, 23 de diciembre de 2010
domingo, 28 de noviembre de 2010
jueves, 11 de noviembre de 2010
domingo, 31 de octubre de 2010
Frituras
Estamos fritos. dije en voz alta sin querer y llamé la atención de la mayor parte de gente que había en la sala.
Tristán me dió un codazo sin voltear a verme, sacó el celular del bolsillo de su pantalón, miró la pantalla un largo rato y empezó mover el pie como cuando está nervioso, como esa mañana unos minutos antes de que sonara el despertador, y después en el autobús que nos llevaba al pueblecillo donde recogeríamos la maleta, guardó su celular y me apretó la mano con fuerza.
No decíamos nada porque ambos sabíamos que el hecho que nadie se hubiera comunicado con nosotros desde la estación anterior significaba malas noticias. Ambos sabíamos y nos parecía estúpido hacer comentarios respecto al peligro de la situación en la que nos encontrábamos, comentarios como "estamos fritos" que, para mi sorpresa, no tuvo la respuesta que había especulado, no fui ni reprendida por querer hacer un chiste malo, ni recibí ningún otro comentario inútil, sino que me gané un codazo cuyo impacto sembró una pequeña pero poderosa semilla de angustia que se alojó en el dedo anular de mi mano izquierda, la mano libre.
Hace exactamente una semana habíamos estado bebiendo por horas en la bahía de una población costera mucho más al sur de aquí. Tuve que convencer a Tristán de no entrar al agua después de apostarle a que lo hiciera, recordé que no sabía nadar, terminamos revolcados en la arena a causa de nuestro estado de embrutecimiento. Tristán, tener sexo en la arena es una malísima idea, dije. Olivia, voy a vomitar, respondió, y después nos vamos a morir.
A Tristán le gustaba decir cosas así, o no es que le gustara sino que no lo podía evitar, no solo las cosas que decía sino las que hacía también, por eso llegamos aquí. Por eso los dos empezamos a sudar.
Esuché su carcajada, me tomó la barbilla y me besó. Olivia, estamos fritos.
Tristán me dió un codazo sin voltear a verme, sacó el celular del bolsillo de su pantalón, miró la pantalla un largo rato y empezó mover el pie como cuando está nervioso, como esa mañana unos minutos antes de que sonara el despertador, y después en el autobús que nos llevaba al pueblecillo donde recogeríamos la maleta, guardó su celular y me apretó la mano con fuerza.
No decíamos nada porque ambos sabíamos que el hecho que nadie se hubiera comunicado con nosotros desde la estación anterior significaba malas noticias. Ambos sabíamos y nos parecía estúpido hacer comentarios respecto al peligro de la situación en la que nos encontrábamos, comentarios como "estamos fritos" que, para mi sorpresa, no tuvo la respuesta que había especulado, no fui ni reprendida por querer hacer un chiste malo, ni recibí ningún otro comentario inútil, sino que me gané un codazo cuyo impacto sembró una pequeña pero poderosa semilla de angustia que se alojó en el dedo anular de mi mano izquierda, la mano libre.
Hace exactamente una semana habíamos estado bebiendo por horas en la bahía de una población costera mucho más al sur de aquí. Tuve que convencer a Tristán de no entrar al agua después de apostarle a que lo hiciera, recordé que no sabía nadar, terminamos revolcados en la arena a causa de nuestro estado de embrutecimiento. Tristán, tener sexo en la arena es una malísima idea, dije. Olivia, voy a vomitar, respondió, y después nos vamos a morir.
A Tristán le gustaba decir cosas así, o no es que le gustara sino que no lo podía evitar, no solo las cosas que decía sino las que hacía también, por eso llegamos aquí. Por eso los dos empezamos a sudar.
Esuché su carcajada, me tomó la barbilla y me besó. Olivia, estamos fritos.
lunes, 11 de octubre de 2010
sábado, 21 de agosto de 2010
miércoles, 28 de julio de 2010
domingo, 25 de julio de 2010
Doctora, sus vitaminas me arruinaron la vida
Pensé en escribirte hace unas horas, después llego la lluvia y se encargó de quitarle todo el sentido a cualquier acción que realizase, ya sea vestirme, encontrar el control de la tele o incluso despegar las manos del colchón. Normalmente los domingos no necesitan de la lluvia.
La lluvia normalmente no es la excusa.
Más bien es el domingo.
Claro que toda esta nausea, la falta de sueño y el tenedor invisible que traigo atravesado en la tripa me funcionan toda la semana.

Ahora ya pasaron un par de horas más y la escena sigue intacta, la pantalla se quedó en pausa. Le quitó el sentido, incluso a escribir.
Ves?
La lluvia normalmente no es la excusa.
Más bien es el domingo.
Claro que toda esta nausea, la falta de sueño y el tenedor invisible que traigo atravesado en la tripa me funcionan toda la semana.

Ahora ya pasaron un par de horas más y la escena sigue intacta, la pantalla se quedó en pausa. Le quitó el sentido, incluso a escribir.
Ves?
viernes, 2 de julio de 2010
23
Cuando uno se imagina un límite, sobretodo si es autoimpuesto, éste se muestra como una altísima muralla imposible de traspasar, además de que nuestra persona estaría infinitamente ofendida de siquiera pensar en hacerlo. Se imagina uno. Se imagina sin sospechar la mala fama que se le ha creado a la pobre rayita de gis pintada en algún triste pavimento, ya pisada mil veces, ya borrada otras mil por una ligera lluvia.
sábado, 29 de mayo de 2010
martes, 4 de mayo de 2010
miércoles, 7 de abril de 2010
martes, 16 de marzo de 2010
Sangre seca en la Nariz
"Se trata del conjunto de los valores afectivos de un signo, del efecto no denotativo que esto produce sobre el interlocutor o sobre el hablante, de todo aquello que un término es capaz de evocar, sugerir, excitar, implicar de manera neta o imprecisa" (Mounin: 43)
jueves, 25 de febrero de 2010
sábado, 20 de febrero de 2010
martes, 26 de enero de 2010
domingo, 17 de enero de 2010
7:00
Me invocó desde la puerta.
-¿Qué quieres?
-Ven.
Fui.
Estoy casi segura que fueron un poco menos de 5 pasos, de los cuales quizá en el tercero me cayó la cuenta encima y no al revés que era uno de esos momentos que probablemente recordaré aunque no quiera, tal vez otros días, inclusive a otras horas caminar hacia la puerta. Como darle un trago a la caguama y conservar la cerveza (la victoria!) en la boca me recordará el trancazo del wey que se partió la cara en cuatro; así como esa imagen vuelve a mi cabeza en dicha circunstancia, otra(s) circunstancia(s) aún no señalada(s) me recordarán los pies fríos, el silencio,la casa y las cortinas. Es peor que una cicatriz.
-¿Qué pasó?
-Mira. Ya es de día.
-¿Qué quieres?
-Ven.
Fui.
Estoy casi segura que fueron un poco menos de 5 pasos, de los cuales quizá en el tercero me cayó la cuenta encima y no al revés que era uno de esos momentos que probablemente recordaré aunque no quiera, tal vez otros días, inclusive a otras horas caminar hacia la puerta. Como darle un trago a la caguama y conservar la cerveza (la victoria!) en la boca me recordará el trancazo del wey que se partió la cara en cuatro; así como esa imagen vuelve a mi cabeza en dicha circunstancia, otra(s) circunstancia(s) aún no señalada(s) me recordarán los pies fríos, el silencio,la casa y las cortinas. Es peor que una cicatriz.
-¿Qué pasó?
-Mira. Ya es de día.
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